Un día contenta… Otro de mala leche… Ahora la broma me hace gracia… Luego no hay quien me tosa… Autodefinición en dos palabras: montaña rusa.
Por eso, y aunque no soy de rezar, si tengo que elegir una cosa para que me sea concedida, sin duda rogaría: ¡Señor! Dales Paciencia.
¡¡Más!! Porque paciencia ya tiene pero igual necesitan un poco más, para que tengan margen, que hay momentos en los que no me aguanto ni yo, así que… ¿Cómo me van a soportar ellos?
Va a ser verdad, eso de que el amor todo lo puede. Porque míralos, cada día más me conocen y siguen ahí los tíos. Va a ser que me quieren de verdad…
Unos casi por obligación, porque a la familia la queremos por eso, porque son familia. Algo muuuy gordo tiene que pasar para que ese lazo se rompa. Parece ser que mis sube y baja no son una razón de tanto peso (y si, cierto es que es amor del bueno).
¿Pero los otros? ¡Ay! ¡Mis amigos! Que son unos soletes. Esos que se ríen conmigo cuando estoy de buenas y de mí cuando no lo estoy tanto. Esos que me aguantan por igual tanto mis días de risa floja como los de reina «odiadora».

Porque con la montaña rusa nunca se sabe cuando toca subir, bajar o hacer un looping. Así que, si hay alguien ahí, en el cielo o donde sea… ¡Por favor, Señor! Dales Paciencia, que necesito que me duren mucho tiempo. Todavía quedan infinidad de curvas, caídas libres y acrobacias de todo tipo. Eso sí, la diversión está garantizada.