Hay momentos en los que, de verdad os lo digo: ¡Iros todos a tomar viento fresco! (Por no decir otra cosa)
Porque hay instantes en los que… Se me junta todo: me agobio yo conmigo misma, me vuelven loca (más) los demás y…. Buffff, a punto de explotar.
¿De verdad no podéis esperar? Llevas un mes para quedar conmigo a contarme todas esas cosas y… ¡¡¿Tiene que ser justo hoy?!!
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Hoy que salgo tarde de trabajar porque mi «Santo» Jefe no tiene vida propia y, por lo tanto, prisa ninguna; hoy que he quedado con el técnico de internet porque en lugar de 5G mi Wiffi funciona a manivela; hoy que mi perro está todo malo y tengo la terraza como un campo de minas; hoy que tengo que ir al súper sí o sí porque en mi nevera solo hay medio limón rancio y una cuña de queso de cuando Mari Castaña; hoy que estoy cansada, derrotada, agotada…; Hoy que solo quiero tirarme en el sofá y sé que va a ser imposible…
Pero vosotros ahí seguís… Amigos, jefe, técnicos del Wiffi, perro, obligaciones… Y por mucho que me empeñe no os vais a ir, aunque os lo espute directamente y sin lindezas, ¿verdad?
Por eso, porque sois unos cansinos (aunque os quiero y necesito, una cosa no quita a la otra), porque la vida a veces me termina de agotar y porque está comprobado que por más que grite no va a mejorar la situación… Decidido: me voy al Tíbet.
¡¡¡Me voy al Tíbet!!! Yo sola, a meditar, a estar en silencio, a sólo tener que hacer nada, a relajarme, a aburrirme… ¡Quiero aburrirme!
Me voy al Tíbet y ¡Hala! El que venga detrás que arree, os buscáis la vida pero, por favor, al Tíbet no vengáis.