Te quería, mucho, y sé que tú también a mí. Nos conocimos, nos gustamos, conectamos y nos enamoramos pero… No fue suficiente.
Porque cuando quieres das y das, sin parar. Te esfuerzas para que cada día sea especial, para que no falte de nada, para que haya mil y un detalles maravillosos que hagan que merezca la pena. Y recibes, lo mismo o más. Y todo es genial, fantástico, nada nos podía parar, fuimos el mejor equipo que pudimos tener.
Nos queríamos. Te quería, me querías. Y mucho, más de lo que nunca hemos querido a nadie más… ¿Por qué dejamos de dar?
Un día nos dimos cuenta: ya no había esfuerzo, nadie daba y, por tanto, ninguno recibía. No había detalles, nada era especial y faltaba, faltaban muchas cosas.
¿Te quería? Si, sin duda, rotundo, como sé que tú me querías a mí. Pero no fue suficiente. Sin darnos cuenta ya no nos conocíamos, habíamos cambiado, poco a poco, y por un despiste nos convertimos en dos desconocidos sentados uno al lado del otro.
Porque con un desconocido hay cordialidad, hay educación, incluso colaboración, pero no hay confianza, no hay sentimientos a flor de piel, no hay complicidad… Y, de repente, un día, eso éramos tú y yo. Dos desconocidos sentados en un mismo sofá.

Y entendimos que querer no es suficiente porque allí no había alegría, no éramos felices, no teníamos algo por lo que dar… Dejamos que todas las razones que nos hacía esforzarnos cada día se nos olvidarán sin poder volver a recordarlas.
Fuimos torpes o simplemente dimos todo lo que pudimos hasta gastarlo, pero ya no había nada más. Acabamos con todo. Aunque nos queríamos estábamos vacíos. Solos uno al lado del otro.
Porque consiste en ser y hacer Feliz y… Solo querer no es suficiente.