El olor del viento

Hoy, como tengo por costumbre empezar los días libres, me he despertado pronto, me he tomado mi taza de té, me he calzado las zapatillas y he dado un buen paseo.

Pero el de hoy no ha sido como otros. Pese a que los caminos eran los habituales, la compañía la misma, la música como siempre sonaba… Hoy no era lo mismo porque yo era diferente.

Como me cantaba el amigo Pau al oído: hoy me siento bien, deliciosamente bien. Y el paseo no tenía objetivo: ni dedicar un tiempo a pensar y reflexionar, ni hacer ejercicio, ni nada.

Hoy he notado cada paso bajo mis pies, he sentido el viento revolviéndome el pelo, he encontrado nuevo significado a cada canción, he distinguido el olor a hierba del de las flores de aquel árbol, me he parado a mirar esa amapola entre la cebada y he apagado la música para oír el mecerse de los árboles y a los pájaros que hacían los coros de esa otra melodía a la que hacía tanto tiempo no prestaba atención.

Sólo durante unos minutos he pensado en lo que ella me diría ahora, en ese abrazo que tanta falta me hace y su mano sobre la mía dándome toda su fuerza.

Hoy me siento bien.

Hoy he cantado más alto y andado más lento. Asentía cuando Bosé me ha susurrado libre de temores, libre ya de amores, he subido a este tren que narraba Rozalén y le he dedicado las más bonitas canciones de amor al que trotaba cansado a mi lado.

Hoy no tenía nada por lo que preocuparme, nada en lo que pensar para otro momento, porque hoy nada he hecho y nada tengo que hacer. Hoy sólo he podido disfrutar de cada paso, del camino, de los sonidos, de mi cuerpo avanzando, de los colores, del olor del viento…

Misteriosamente hoy.

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