Mi tesoro de cristal

A veces, me encuentro tan bien, tan contenta, rozo la felicidad y… Me siento culpable. Porque, ¿Cómo puedo ser feliz si faltas tú?

Voy a ese cajón y rebusco entre todas esas cosas que nunca uso hasta que encuentro ese frasco de cristal. Quito el capuchón, cierro los ojos y huelo, te huelo. Eres tú. Me lleva hasta a ti mucho más rápido que cualquier foto o recuerdo. Ese olor me envuelve, me abraza, da calor.

Entonces la felicidad y la culpabilidad se mezclan con la añoranza más inmensa y el amor más fuerte, y todo se equilibra de nuevo.

Porque hoy que no estás y entiendo que no volverás, sentirte tan presente cuando me haces falta completa mi mundo. Puedo volver a respirar y ver la realidad que hay ante mi desde la perspectiva correcta, valorando lo que hoy tengo y lo que tuve la inmensa suerte de tener y se quedó ahí, guardado en ese frasco de cristal para cuando lo necesite.

Es tu olor, es tu abrazo, eres tú… Y me recuerda todo eso que dejaste en mi y de lo que no me puedo desprender, puedo sentir de nuevo tu tacto de una forma tan real que me estremece y me llena de alegría a partes iguales.

Te guardo en ese frasco que es mi tesoro de cristal, tan infinito y a la vez tan frágil como mis recuerdos. Y como a ellos, limpio y coloco de forma segura mi tesoro, entre todas esas cosas que no utilizo a diario pero son importantes en situaciones especiales. Me aseguro que no se pueda romper para que cuando vuelva a necesitarte encontrarte ahí, en el cajón de las cosas que sólo se utilizan cuando son realmente necesarias.

Y dejó de sentirme culpable. Vuelvo a estar bien, contenta, rozando la felicidad… Rozándote a tí de nuevo.

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