Antes me molestaba ser el segundo plato, pero ahora… Mientras suponga un Plan, me da igual ser el A, el B o el Z.
Que equivocada estaba, molestarme por ser el Plan B. Ahora que los planes escasean y las personas con quiénes disfrutarlos más, tan contenta me pongo si me admiten en un Plan, aunque sea como animal de compañía.
Porque si, lo reconozco, yo hago lo mismo. No es que tenga un Plan A o prioritario… O si… No se como definirlo… El caso es que mi grupo habitual falla más que una escopeta de feria: obligaciones, parejas, familias, otros planes… Así que yo también cuento con mi batería de opciones: amigas de aquí, amigos de allá, el grupo de eso, el equipo de lo otro… Y ¡¡¡Menos mal!!! Porque aún así hay días que me tengo que quedar «tan a gusto» en casa.
También hay que decir que yo me apunto a un bombardeo. Lo mismo me da mis amigos de la infancia, la familia o el primo segundo de mi vecino del quinto. Así que sí, muchas veces soy y recurro al Plan Z y tan contentos todos.
Porque ya somos mayores, ¿No? Para según qué cosas no hace falta tener una relación tan estrecha como la de dos siameses, que vamos a tomar unas cañas no a abrirnos en canal y compartir nuestros más tórridos secretos.

Y por otro lado, ya sabemos que todos tenemos nuestros amigos y conocidos además del grupo habitual. No está bien que me moleste si mi amiga elige como Plan A a su marido o a su hija de dos años… Pues lo mismo si hoy su plan son los amigos del pueblo, los compañeros de trabajo o la kiosquera donde compra chicles una vez por semana.
Bien sea A, B o Z el caso es tener Plan, que siempre es entretenido. Y más te voy a decir… A veces, del plan más inesperado, salen grandes nuevos planes. Y yo no me quiero perder ninguno.