Soy una ansias

Dan las 14h y tengo hambre, pido comida como para una boda y luego me sobra la mitad. Soy una ansias.

Decido que me voy de viaje, pillo el vuelo a los 5 minutos y luego salen ofertas por la mitad de precio. Soy una ansias.

Me entero de que mi amigo Bruno se casa, me compro un vestidazo que te pasas de bonito y el día de la boda he engordado y tengo que ponerme el que usé hace tres años para la de mi prima de Cuenca. Soy una ansias.

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Así podría seguir con un millón de ejemplos, todos reales, que demuestran que soy una ansias. Lo soy y lo reconozco. Aunque veo la parte negativa, no puedo evitarlo. Y lo que es peor… Me ponen de los nervios las personas que no lo son. ¡No los entiendo!

No entiendo a esas personas tranquilas… Que miran y re-miran… Que esperan simplemente porque hay tiempo… Que lo dejan para el último momento hasta que no hay más remedio…

Si se puede hacer ya, ¿Para qué esperar? Cuanto antes mejor. Una cosa menos. Chispúm. Se acabó. A otra cosa mariposa. Ya no hay que preocuparse más.

Pero ellos no. Ellos esperan, van poco a poco, son capaces de olvidarlo para retomarlo más tarde… De verdad, ¡Que gente más rara! No sé cómo pueden dormir tranquilos.

Y que también tiene su parte mala esperar al último momento: ya no queda tu plato favorito; te quedas sin vuelo ese día y tienes que reorganizar todas las vacaciones; no encuentras nada que te convenza y tienes que apañarte con algo que no te gusta pero es lo que hay…

Pero ellos tampoco cambian… Así que aquí me quedo con mis ansias y ellos (raros) con su tranquilidad.

Y advierto, por si eres de los tranquilos: soy una ansias, así que si decidimos algo lo organizamos con tiempo, no lo dejamos para luego, lo hacemos ¡Ya!

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