Que raras las despedidas. Esas que son obligadas, que no hay otra opción. No es que uno de los dos haya decidido dejar de verse. La relación no tiene nada que ver con las circunstancias, simplemente es un daño colateral inevitable y que hay que asumir.
De un día para otro vas a perder esa relación sin que haya un motivo que afecte directamente a ello. Así que te despides con esos deseos… “Ya nos veremos”; “Ya quedaremos y tomamos algo”; “Avisarme para esa cena que seguro que me apunto”…
Y realmente es así. De verdad quieres mantener viva esa relación. Tienes toda la intención de conservarla. Porque realmente te hace bien, te aporta cosas positivas y no es justo que desaparezca. Pero sabes que va a ser complicado, porque las circunstancias van a cambiar y va a ser más difícil. Ahora habrá que esforzarse más, que planificarlo bien para continuar teniéndola y que no desaparezca.
Y así será, os esforzaréis. Perderéis tiempo para estar. Os enviaréis mensajes cuando el otro os venga a la cabeza. Quedaréis, puede que no todo lo que os gustaría, porque hay muchas otras cosas que necesitan de nuestra atención, pero conseguiréis mantener ese contacto.

Y llegará un día que ya no será lo mismo, porque los mensajes serán menos, las quedadas puntuales… el roce ya no será el mismo con lo cual la relación casi será un bonito recuerdo. Pero… Un día volvéis a estar. Habrá pasado tiempo, ya no se podrá decir que la relación sea estrecha, pero… lo fue, y eso es suficiente. Es suficiente para retomar la conversación que quedó pendiente, tener el mismo interés por todo aquello, volver a bromear sobre los mismos temas… porque todavía está ese hilo imaginario que os une y que siempre se mantendrá. Aunque pase tiempo, pese a que cada vez parezca más distante, el hilo aguanta, une y conecta.
Hoy toca despedirse. Con la real esperanza de que sólo sea una hasta luego y con la confianza ciega en el hilo que ya nos une y nos mantendrá siempre conectados. Tranquilos, más pronto que tarde volveremos a vernos y seguiremos riendo.
¡Hasta luego!