¿Por qué me has dejado quererte tanto? Tanto amor que me has dado y me has enseñado a dar hoy se traducen en amargura.
Sabíamos que este momento iba a llegar. Muchas veces antes lo había imaginado, me había intentado poner en situación para así estar preparada. Tener cuerpo, mente y alma dispuestos para este difícil momento: darte el último beso.
Es algo natural, algo seguro e irremediable que somos conscientes llegará desde que sabemos lo que significa vivir. Sabemos que a esto no hay posibilidad de escapar. Pero por muchos ejercicios de consciencia, imaginación y predicción que he hecho sobre este momento para intentar que fuera lo menos doloroso posible… Todo ha sido en balde, la amargura de hoy supera a toda la pena en la que pude pensar.
Es un sentimiento de vacío absoluto, de miedo atroz y de inseguridad tan enorme que no es posible expresarlo en palabras. Sólo me viene a la mente la palabra amargura. Más amarga que la hiel. Más verdadera que ese último beso. Más inabarcable que el amor que se va contigo.
Me quieres tanto, me ofreces tanto, me das tanta seguridad, tranquilidad y confianza que no puedo creer que el momento haya llegado y sea irreversible y para siempre.
Para siempre. Eso es el infinito. Son todos los minutos y segundos del resto de mi vida. Es demasiado tiempo para echarte de menos, para recordarte, para no poder volver a besarte.
En este momento solo puedo sentir amargura. Una amargura de dimensiones proporcionales a todo ese amor que me diste. Una amargura que sé irá desvaneciendo, pero que dejará una huella imborrable para siempre.
Para siempre. Te anhelaré por siempre con una parte de esta amargura que hoy siento y con todo el amor que te llevas y me dejas.