¡Ay! ¡Ya no queda nada! Ya está aquí, llega el momento, tanto tiempo esperado y ahora… Ahora entran los nervios que se juntan con las ganas y forman una mezcla explosiva.
Porque hay que ver cómo somos. Llevamos meses planeándolo y pensando en ello, pero cuando ya está aquí nos entra un «canguele» inexplicable que no nos deja dormir desde noches antes al Día D.
Que ya sabemos que ese miedo no es más que la expectativa muy alta de que algo genial va a pasar pero no sabemos exactamente el qué. Esa incertidumbre de qué pasará y si realmente será como deseamos.
Y seguro que sí, va a ir todo rodado. Puede que algún detalle se nos escape o se salga del guión, pero lo sabes, va a ser genial, vamos a reír y disfrutar como nunca. Esta todo dispuesto para crear grandísimos recuerdos y estamos preparados, ¡Allá vamos!
Ya estamos de cuenta atrás. ¡Cuantísimas ganas tenemos! Tantas que solo podemos dar grititos absurdos e histéricos para canalizar todos esos nervios. Sonrisa enorme en la cara que no va a decaer ni un momento.
Y que bueno sentirlo. Sentirte absurda, infantil, descontrolada… Pero a la vez tan contenta, tan alegre, tan divertida…
Son momentos superfluos, irrelevantes, innecesarios, incluso hay quienes dirían que son triviales, superficiales, frívolos… Y probablemente así lo son, pero también son la chispa de la vida, el recuerdo que dentro de años nos volverá hacer sonreír, la historia que contar, la aventura que nos une…

Porque… ¿Hay mejor terapia que partirse de risa con buenos amigos? ¿Conocer gente nueva con la única intención de ser uña y carne por unas horas? ¿Olvidar las rutinas y obligaciones a cambio de improvisación y despreocupaciones?
Así que allí vamos, intentando controlar las ganas, los nervios y el ansia para convertirlo en todo eso que construye momentos felices. Solo nos queda ir a por ello y contar: