Quiero, pero me contengo. No quiero pasarme de sosa, pero tampoco agobiar. Me muero de ganas, pero me controlo. Y es que, como dice el refrán: el que espera, desespera.
¿Y por qué espero? Pues porque intento ponerme en el lugar del que está al otro lado y… ¡No seas cansina! Que ya son unos años conviviendo conmigo y me voy conociendo un poco: me ansio, lo quiero todo ya, mi poca paciencia desaparece, me entran las prisas… Y, claro, agobio al personal.
Y lo que menos quiero ahora es eso, agobiarte y que salgas corriendo. No, no, no. Vamos paso a paso, sin prisa, pero sin pausa. Tiene que ser como una lluvia fina, que vaya calando poco a poco y que cuando te des cuenta… ¡Estés del todo empapado! (Y muy contento).
La teoría me la sé, pero en la práctica me cuesta, me cuesta mucho. Porque hay tanto que quiero decirte, tengo tantas dudas que necesito sean resueltas… La intriga puede con mi paciencia y mi imaginación, que es muy macabra, me lo pinta todo de rosa para que luego me de la gran hostia. Así que sí, necesito resolver el enigma cuanto antes para poder respirar tranquila y si me tengo que llevar una nueva desilusión que sea cuanto antes, por favor.
Y aquí estoy… Sin uñas… Esperando. Esperando a que seas tú el me mande un mensaje. Esperando esa ansiada llamada. Esperando que tú también estés contenido. Esperando a que esto explote hacia algún lado, pero que lo haga ya. ¡Se tú el cansino! Yo estaré encantada.

Porque, ¿Tú? ¿A qué esperas? Podemos estar así eternamente, ¡Que agonía! Mi impaciencia aumenta solo de pensarlo y así no puedo estar. ¡Decidido! Ahora mismo te lo voy a decir y que pase lo que tenga que pasar. Porque una de dos… O te agobio y me mandas a paseo (agonía terminada y dudas resueltas)… O me contestas en la misma línea y los dos tan contentos (la ansiedad continuará pero con una gran sonrisa en nuestra cara).
Porque el que espera, desespera, yo he venido a jugar y confío en que tú también tengas ganas de echar una gran partida. ¡Deseadme Suerte!