Cuando el día es gris, la rutina amenaza con volver y parece que hemos gastado los ratos de alegría, solo me queda pensar en aquellos Chupitos de Colores.
Porque lo bueno se acaba (si no, no sería tan bueno). Pero nos quedan esos momentos, esas risas grabadas a fuego y esos nuevos personajes que ahora no entendemos cómo hacíamos para sobrevivir felices sin ellos.
Y todo aderezado con Chupitos de Colores, comidas hipercaloricas y otros vicios a destiempo junto con los chistes malos y las canciones desafinadas que son la banda sonora perfecta que lo envuelve todo.
Mañana, con la resaca de todo esto, cuando descanse el cuerpo volviendo poco a poco a su funcionamiento normal, la mente se aburra sin sobreestimulos y las sensaciones se calmen hasta agobiar de tristeza, me acordaré de ti y de esos Chupitos de Colores.
Chupitos de Colores que no te vienen bien, saben a rayos y no hay ninguna necesidad, pero… ¿De qué color toca ahora? Rojo, amarillo, verde, azul… ¡No! ¡Transparente no!

Porque no es el Chupito en si, es todo lo que le rodea: eres tú, soy yo, es la música, es bailar, es gritar, es decir tonterías… Y es conocerse, es aprender, es crecer, es crear recuerdos, es Vivir…
Mañana me acordaré de esos Chupitos de Colores y de todos esos ratos mientras lucho por respirar dentro de este cuerpo escombro y entro en depresión pasajera pensando que las vacaciones y el verano terminan para dar paso al largo y aburrido invierno.
Y esperaré el próximo día en el que me repetiré una y otra vez que no habrá más Chupitos de Colores, hasta que aparezcas tú y sé que no podré resistirme: beberemos chupitos, diremos más tonterías, nos reiremos y volveremos a olvidarnos del mundo.
Hasta entonces sobreviviremos, cada uno con sus cosas, en nuestro día a día y con nuestras rutinas, sabiendo que el poder de los Chupitos de Colores nos volverán a unir en la próxima.