Lo que tú llamas humilde opinión, esos consejos que me das sin que te los pida, los comentarios «graciosos»… Son juicios, no te equivoques. Según la RAE, juzgar: formar opinión sobre algo o alguien.
Por supuesto que puedo parecerte exagerada, que monto dramas cada dos por tres, una caprichosa y miles de cosas más, pero si es así te lo callas y a mí me dejas en paz.
Que no te gusto, que te parece mal lo que hago, que no encajo contigo… Pues media vuelta. Pero no me juzgues, por favor, porque no eres ni juez ni parte.
No quiero ni necesito «amigos» que hacen que me cuestione a cada rato por opiniones y juicios que no he pedido. No quiero ni necesito relaciones ficticias en las que solo se me exija aquello que detesto y reciba más bien poco.

Ten claro que lo que haces es juzgarme. En lugar de intentar entenderme y esforzarte por ponerte en mi lugar únicamente me haces daño despreciando mi actitud y, más importante, lo que siento.
Los sentimientos no son ni buenos ni malos, son los que son. Y que no tengas la capacidad para ponerte en mi piel no me hace ni exagerada, ni dramas, ni inestable. Sin embargo de ti dice que no eres empático y si un vehemente testarudo que roza el egocentrismo.
¿Ves? Esto son juicios y hasta hoy no me había parado a pensar en ellos, ¿Sabes por qué? Porque estaba ocupada en intentar ser tu amiga, en ponerme en tu lugar. Y cuando no podía entenderte, cuando no sabía que era lo que sentías, solo hice lo posible por dejarte hacer, escucharte, esperar…
Hoy ya no quiero, no lo necesito, no quiero juicios, no quiero etiquetas… Quiero gente que fluya conmigo a mi lado, no que me arrastre hacia dónde no quiero estar. Necesito amigos que si no me entienden me escuchan, si no lo comparten me dejan hacer, si me equivoco me apoyan, una y mil veces.
No eres ni juez ni parte, porque si no estás dispuesto a aceptar mis fallos, mi forma de ver y entender la vida y los sentimientos que me provocan… Me haces daño y no quiero seguir intentándolo.