Y entonces, descubres que lo que creías imposible se levanta delante de ti.
Y todo lo que dabas por hecho pasa a ser una gran duda. Eso que creías que no existía ahora es una realidad, así que eso otro que tampoco creías posible, ¿Por qué no?
Ahora lo ves diferente, desde otra perspectiva, es complicado seguir pensando de la misma manera, pero al mismo tiempo da miedo y esta nueva posibilidad conlleva que no debes pasarlo por alto, debo afrontarlo.
Los imposibles ahora son posibles, lo que ya tenía olvidado y enterrado porque no podía ser, ahora vuelve con fuerza, se reabre de nuevo.
Porque lo he visto, ha estado delante de mi, impresionándome. Me he quedado sin palabras, mirando perpleja una realidad que creía imposible, rompiendo todos mis esquemas y tirando por tierra algunas de mis creencias más profundas.

Así es como se rompen los techos de cristal, de forma repentina, sin previo aviso y en millones de añicos que no pueden volver a ser recompuestos. Ahora, junto con el baño de realidad llegan nuevas responsabilidades, retos hasta ahora no planteables, otros caminos desconocidos que deben ser recorridos.
Porque claro, ahora que lo he visto con mis propios ojos, que he comprobado de primera mano que es real, que es cierto… No hay excusa. Estaba equivocada y tengo que asumir la responsabilidad que supone e ir a por ello.
Así que a por los imposibles. Empecemos un nuevo plan para alcanzar aquello inverosímil hasta hace nada rompiendo con nuestras propias reglas, reconociendo lo inconcebible y demostrándonos que podemos adaptarnos hasta a lo más increíble.
Asumir semejante error durante tanto tiempo cuesta, es difícil, pero rectificar es de sabios (o eso dicen) por lo que no hay excusa, no hay vergüenza, asumo el error, la ignorancia en la que vivía porque estoy maravillada ante esta nueva posibilidad. Porque que lo imposible se haga realidad es algo absolutamente maravilloso, fascinante.
Y es que, de vez en cuando, lo imposible se hace posible y no podemos dejarlo pasar.